Deslicé mis dedos dentro de ese gigantesco cofre de recuerdos escritos, lo sentí, inspeccioné sus rincones, y el relieve de los garabatos que de vez en cuando la mano derecha trata de poner por escrito, manifestando eso que en algún momento pensé, viví y sentí.
Repasé momentáneamente los últimos textos, pero en realidad
¿Es de ayuda?¿Sirve de algo? Probablemente desperdicié segundos vitales leyendo lo que
ya pasó, Y no eran precisamente unos texto con sol y flores, más bien era caligrafías cursivas poco entendibles, las que tenían encima, nubarrones feos y lluvias ácidas avecinandose.
Así que hoy decidí no escribir, ya que estoy preparándome para dar el paso siguiente al peldaño de la escalera que me conduce al segundo piso (que tiene un extenso pasillo, que espero que esté bien iluminado). Y creo que es buen momento para dejar una página en blanco, para dejar volar partes del diente de león que cuidaba tanto, para que permaneciera intacto, pero ahora me doy cuenta que es imposible que eso ocurra , ya que con el viento deben volar ciertas partes, y sólo las más fuertes, y las que con capaces de permanecer en el tallo son las que hay que tener en cuenta.
Así que dejaré hoy una hoja en blanco, y espero que mis sentidos desde ahora comiencen a captar aún
más lo que hace a una persona esbozar sonrisas, y no crear rios profundos, con caudales rápidos.
Mientras lentamente comienzo a reescribir los cuentos diarios, permaneceré aquí con el diente de león sujeto en mi cabeza.